Durante años me enseñaron que el Diseño era un concepto unívoco, inmutable y prácticamente merecedor de todas las veneraciones. Todo lo que nos rodea está diseñado: los objetos, las apps, los carteles pero también lo que no es tan visible, como las experiencias, los servicios y las estrategias. Hay infinidad de áreas donde hay algo por diseñar. Sin embargo, no es evidente para la mayoría de personas. De hecho, se podría decir que para ellas el diseño no existe. Trabajando con organizaciones que tienen un impacto público, he descubierto que, además, hay muchas maneras de diseñar y, en estos casos, me di cuenta de que el diseño como concepto único tampoco existe. Este ensayo está destinado para quienes han descubierto que el diseño existe, pero todavía no saben qué utilidad puede tener exactamente. Para ello, repaso algunos de mis aprendizajes y presento diferentes cuestiones sobre las que reflexionar cuando pretendemos innovar en nuestra organización. Su objetivo es que sirva de inspiración y activación para que cada vez más organizaciones apuesten por prácticas de innovación abierta y sostenible que no solo sean beneficiosas para esas organizaciones, sino que también nos lleven a un mayor impacto positivo en la sociedad.