¿Puede un ser humano estar condenado a la inmortalidad? Urana despierta con una serpiente tatuada en uno de sus brazos, en lo que parece ser un antiguo hospital. Una serie de pistas le hacen pensar que se encuentra en el pasado, por lo que empieza a preguntarse si lo que le sucede es real o fruto de la locura. Piensa que, tal vez, su imposibilidad de amar es la culpable de los confusos viajes en el tiempo que está viviendo, de la ayuda que le ofrece Kansbar y dela incansable persecución de Vicente. Por suerte o no, la voz de Palmar pretende guiarla en este laberíntico camino.