Newt ha estado en el infierno: el Claro, el laberinto, la Quemadura... Pero de todos esos sitios pudo huir. Ahora que su propia mente se está corrompiendo, no le queda otra que admitir que es el único laberinto del que no puede escapar. Decidido a no dejar que sus amigos lo vean sucumbir, Newt se despide con una nota y se pierde por unas calles llenas de enfermedad y locura hasta acabar en el Palacio de los Raros, el último refugio para los que ya no tienen esperanza. Sin embargo, puede que algo allí lo salve de un modo inesperado antes de que vaya al encuentro, por última vez, de su mejor amigo. El Palacio de los Raros se pone en la piel de Newt, uno de los personajes más queridos de El corredor del laberinto, en los emocionantes días previos al final de la historia.