Un paseo por la montaña no presagia nada bueno para Sadie, una perra de cría a quien pocas veces se le da la oportunidad de pasear, su tarea es parir, pero ese día su dueño le ha sacado al bosque y, cuando está bien adentro, se ha parado y poniéndose frente a ella, ha sacado algo de la chaqueta. íBang!, suena, y un dolor insoportable recorre a Sadie. Sin aún comprender qué está pasando, ha visto el cañón de una escopeta y a su asesino, su propio dueño, cómo la disparaba entre los ojos y en la columna vertebral. Dos tiros y todo se volvió negro. Pero Sadie no murió, su afán por vivir era demasiado fuerte. Unas personas escucharon los disparos, se acercaron al lugar y la llevaron a un refugio de animales. Allí, Joal Derse Dauer se encontró a Sadie desahuciada por los veterinarios. Pero Joal tampoco se rindió. El desprecio por la vida de Sadie despertó en ella la necesidad de no dejar que el maltratador tuviese la última palabra. Acudió a varios expertos, hasta que un veterinario le dijo que había posibilidades, que Sadie tenía futuro y comenzó una campaña de financiación online para su tratamiento. Hoy en día Sadie y Joal son felices y ambas inspiran al mundo con su historia de amor, respeto a la diversidad y segundas oportunidades. Este relato nos indigna ante la barbarie de algunos. Pero, sobre todo, conmueve y nos transmite una enorme alegría por vivir y compartir. Sadie se ha convertido en EE.UU. en la mascota oficial contra los abusos y por la aceptación de la diversidad, y pone de manifiesto el valor intrínseco de cada vida y el tremendo poder del cariño para curar casi cualquier cosa. Compartiendo, Sadie y Joal transformaron sus vidas porque dar es siempre recibir y nuestra propia existencia, un milagro. 10