"La novela rusa -escribe Clarín en el siglo XIX- es hoy una obsesión general, y eso que los más tenemos que saborear los primores de aquella literatura bajo la palabra de honor de los traductores, franceses los más, que no siempre traducen como el decadentista o simbolista Mérimée. Pues Los pazos de Ulloa, en medio de tal concurrencia y a pesar de esta justísima curiosidad que despiertan Las almas muertas y La guerra y la paz, etc. etc., se abre su camino en el cerebro y en el corazón del lector y llega a lo más profundo y allí arraiga. Siempre ha pintado bien el campo de Galicia y la vida en aquellas aldeas la propietaria de la Granja [de Meirás], pero jamás ha llegado a la perfección de ahora. En Los pazos de Ulloa, sin admitir elementos de un subjetivismo poético extraño al escenario en que vive la acción, tenemos en abundancia poesía, y la tenemos en paisajes, animales, vegetales, sociedad, aldeanos, costumbres y caracteres. No está reñida la naturalidad en la forma de la acción, en la marcha de los sucesos, con el arte de presentarlos de modo que exciten más y mejor el interés, y esto como se com