Este es un libro insólito, configurado por 71 textos para un espectáculo de 71 minutos*. Con visiones muy diferentes, y desde puntos de partida personales, cada una de las piezas es un dibujo fragmentario de la idea de (in)justicia para, una vez en conjunto, formar un mosaico de voces en presente, capaz de relatar un estado de ánimo colectivo. Un minuto de justicia nace de una propuesta lúdica en las redes sociales, y como tal hay que tomarla. No hay un objetivo revolucionario en este libro (¿o sí ) pero sí un ejercicio de voluntad concienciada sobre el oficio de la dramaturgia en relación al medio y al tiempo en el que se produce. Sin una criba, salvo en lo que se refiere al tema y a la duración de las propuestas recibidas, la responsabilidad de la adecuación de las obras se descarga en la propia autoría. Ediciones Invasoras ha preferido, en este caso, ejercer de anfitriona y dejar las puertas abiertas, a sabiendas de que en este acto de libertad estaba en juego, a su vez, un pedazo de justicia. Pero esto no impide confiar en la excelencia del resultado final: nos consta que cada una de las piezas ha sido escrita con exquisito entusiasmo, y esto tiene fruto. Hemos ordenado los textos tratando de establecer una línea de relaciones que solo el azar tiene la capacidad de llevar a cabo. Se lanzaron los papeles al viento y se fueron recogiendo dando por resultado una especie de cremallera imperfecta o damero cabalístico donde abundan diversas claves que los lectores han de interpretar. Cómo no, la pobreza, los desahucios, las fronteras, la muerte de migrantes en el Mediterráneo, la intransigencia ideológica, la violencia patriarcal, la dictadura, los abusos en sus infinitas formas… constituyen temas recurrentes que van apareciendo y desapareciendo, como ríos subterráneos que al final se unen en uno solo, por el cual no queda más remedio que navegar si queremos seguir resistiendo en contra de la negación y estulticias contemporáneas que obligan a los barcos de rescate de personas a permanecer amarrados en los puertos.