Madrid es un lugar difícil para los poemas dulzones. En esta llanura gris el humo de los coches se confunde con el de los cigarros de marihuana, y las gotas de lluvia ácida con las del licor que los jóvenes dispendian sobre el asfalto negro. Es éste un poemario urbano de verdad, cargado de evasión, de ansias de vivir lo que en la gran ciudad no te dejan vivir. El sexo se convierte en la última cima sin vallar de esta rima libre de tapujos, y el alcohol y las adormideras ayudan a pasar el trago duro de una vida ahogada entre sirenas y luces de neón. La poesía resulta imprescindible cuando se requiere una bocanada de oxígeno y una luz al final de los túneles del metro.