«Cuando me hice monja me dijeron que lo más importante era la oración. Era pedirle a Dios. Y pasé muchos años dedicada sólo a la plegaria... »Con el tiempo allí estalló el drama de la humanidad, llegó el llanto de los más pobres y abriendo puertas y borrando muros, acogiendo y compartiendo la vida comprendí que si antes le pedía solo a Dios, ahora tengo que pedirle a todo dios, porque esto es cosa de todos. Soy de las que pienso que Dios no tiene mano, que tiene nuestras manos, para curar, consolar, construir, transformar. »Y por eso a tiempo y a destiempo, Twitter y todos los medios son mis aliados, los amplificadores de mi oración universal: que todos los que quieran y puedan me ayuden o se apunten, para infectar la red, para crear una gran pandemia de compromiso, positividad, felicidad y vida, que termine de una puñetera vez con el modelo imperialista y perverso que excluye del banquete de la vida a algunos y privilegia a unos pocos.»