La mentira nunca es igual a sí misma: inunda, desborda, se multiplica en cientos de figuras diferentes, se insinúa -como se vuelve cada vez más evidente- en todos los mecanismos de la sociedad. Disponible en sus múltiples formas, incluso las más insólitas, la mentira encuentra constantes confirmaciones de su amplísima difusión. Imaginando que en el mundo domine la mentira, las insidias que a diario acosan a la verdad -en el discurso público, en la política, en la propia capacidad de razonar con honestidad- emanan de ella con una fuerza que tiende a sacudir las bases de la convivencia civil.