Su último pelotazo fue intrascendente, igual que el resultado, una derrota, porque lo relevante era lo que dejaba atrás, el legado de un pelotari que revolucionó la modalidad. El riojano se marchó en el Adarraga de Logroño cerrando, nada menos que a los 45 años, una exitosa carrera con 22 ejercicios en la elite y más de 1.800 partidos disputados. Fue un pelotari que cambió la forma de jugar, que lideró la evolución de la pelota y que ha sido un ejemplo de dedicación, honradez, virtuosismo, compañerismoà y, sobre todo, toda una garantía de espectáculo en el frontón.