Ante los conflictos y los horrores desatados por el hombre, se ha venido dando por sentada en los últimos decenios la certidumbre de que «el juicio de la historia» acaba viniendo a restituir tarde o temprano, siquiera moralmente, el justo orden de las cosas. Sin embargo, el resurgimiento en los últimos tiempos de fenómenos como los supremacismos, el hipernacionalismo, el racismo y las actualizaciones posmodernas del fascismo llevan a plantearse seriamente la validez de este aserto. Tomando tres casos paradigmáticos -el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg de 1946, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica de 1996 y las numerosas reivindicaciones de reparaciones por la esclavitud de EE.UU.- Joan Wallach Scott disecciona en esta estimulante reflexión sobre la historia y la justicia el concepto falaz, vinculado al estado-nación, que subyace a esta creencia. Pues en realidad sólo los movimientos que tienen como agente a las víctimas, y no a los estados, reclaman una historia que dé cabida a los movimientos de retroceso, a los desequilibrios de poder, a la decepción y la pérdida, así como a la pluralidad de temporalidades vinculadas a la experiencia concreta que se da en los distintos pueblos que configuran una nación.