Fue la perfecta encarnación cinematográfica del hombre bueno tal como lo quería el ideal norteamericano: el ciudadano honesto, emprendedor y demócrata de un país que creía en sí mismo. Fue el inolvidable intérprete de algunos de los filmes más hermosos y optimistas de Hollywood. Fue un héroe en la Segunda Guerra Mundial. Se llamaba James Stewart, y durante un tiempo fue el más grande entre los grandes.