No me imagino persona alguna que quisiera escribir este libro. Yo no, desde luego. Ha sido tan duro este viaje, tan solitario y desesperanzador que no me creí capaz de buscar dentro de mí los recuerdos que constituyen este diario de viaje a través del padecimiento que la pandemia del coronavirus Sars-cov-2 ha grabado en mí. Aún así, he acabado por escribirlo. Supongo que no sé hacer otra cosa para que el sufrimiento que la cercanía de la muerte comporta para un optimista innato desaparezca de forma definitiva. Siempre pensé que la mejor manera de superar los traumas pasaba por expulsar los demonios, de modo que no se me ocurrió otra forma de conseguirlo.