Los algoritmos seleccionan candidatos, organizan los horarios, dan instrucciones, vigilan y controlan el trabajo, evalúan el desempeño y recompensan o despiden trabajadores. En esta obra se analizan y ejemplifican estos usos y sus consecuencias. En este sentido, se defiende que la dirección algorítmica está alterando el equilibrio interno del contrato de trabajo. El uso de tecnologías para vigilar y controlar a los trabajadores cada vez se aleja más del espíritu original de garantizar que los trabajadores cumplen sus obligaciones, para pasar a manejarse de forma mucho más agresiva. La regulación actual pensada para un uso defensivo de la tecnología se muestra claramente insuficiente para proteger a las personas trabajadoras del actual uso ofensivo de los algoritmos. Así, se expone cómo el uso extractivo de ciertas tecnologías está debilitando el poder de negociación de los trabajadores y reduciendo la posibilidad efectiva de ejercicio de sus derechos, que se concreta en;1) un aumento de la discriminación;2) un incremento en la intensidad del trabajo que pone en riesgo su salud física y psicológica;3) reducción de sus salarios. Adicionalmente, desde la perspectiva social se estudia cómo algunas de estas tecnologías no aportan productividad real a la economía, lo que puede acabar perjudicando la innovación tecnológica productiva. En este contexto se analiza la regulación actual en materia de protección de datos y algunas propuestas regulatorias europeas en materia de algoritmos. Se concluye que el carácter individual de estas y la falta de medidas de control de su cumplimiento las hacen manifiestamente insuficientes para superar los retos que estas tecnologías suponen. Este trabajo es una llamada a la regulación de los algoritmos extractivos con objeto de mejorar las condiciones de trabajo e incentivar la innovación productiva.