Cuando la dominicana Lucrecia Pérez emigró a España para ganarse la vida como chacha, dejó en su país a su pequeña Kenia, de solo seis añitos de edad, con la ilusión del reencuentro.Nunca más volvieron a verse.Por pura diversión, un guardia civil de ideología neonazi, Luis Merino Pérez, mató a tiros a Lucrecia Pérez el 13 de noviembre de 1992 en una discoteca abandonada de Madrid donde tomaba sopa con unos compatriotas.Fue el primer crimen xenófobo de la democracia española.30 años después, lejos de desaparecer, los delitos de odio se han multiplicado alentados por el fascismo emergente.Y esto no puede ser.