Para Deleuze la ontología no es una teoría del fundamento y del orden preformado, sino un proceso creativo que indaga la constitución progresiva del ser. Solo se escribe, cree el filósofo, transformándose por la incorporación de la esterilidad de la vida en la génesis de una vida y del deseo de vivir en la cooperación. Para devenir capaces de amar es necesario crear y producir sentidos que rechace el orden ideal totalizador tanto como la contingencia accidental propios de las sociedades nihilistas, conservadoras y cerradas sobre si mismo o sobre el sujeto. Ontología y práctica se unen en la liberación de la diferencia real y en una filosofía de la expresión sin modelo, ilimitada y constituyente para afirmar el carácter abierto de las composiciones y afectos en sociedad.