La arquitectura es una disciplina asombrosa. No sólo nos mantiene rodeados de imágenes, conceptos y sueños, sino que además nos permite intentar ser felices de a ratos. Horacio Sardin, que por esos asombrosos regalos del destino es nuestro amigo, es un gran exponente de esto. Desde que se encontró con la profesión se ha involucrado en una danza de lápices, óleos e ideas que no se deja de asombrar por su intensidad y alegría. No deben analizarse los textos, dibujos y fotos de Horacio únicamente por sus características expresivas. Aunque valiosos y deslumbrantes por si mismos, muestran algo más, reflejan el valor agregado de las ideas que los sustentan. En este caso, herramientas para traducir ideales, anhelos, utopías. En una época de falta de ideologías y de solidaridad escasa, Horacio demuestra que aún somos capaces de volar por encima de la mediocridad e imaginar un mundo mejor construido por nosotros como legado a nuestros hijos. Este libro festeja esa actitud con la vida que nos alienta a todos a seguir soñando.