Bizarra, sangrienta pero también desopilante, la historia que nos cuenta un anónimo cronista político, por boca de Hernán Domínguez Nimo, circula a velocidades exquisitas, combina una prosa sarcástica y precisa con el cine clase B, el gore, la cultura popular, el humor oscurísimo y hasta la ternura. Narrador de probada imaginación, sofisticado creador de mundos, el autor se mete esta vez con una Argentina posible y construye una alegoría loca que hace reír y horroriza, una trama tan absurda como verdadera porque sale de su propio, su más actual barro maloliente. En la frontera de Buenos Aires, las aguas negras y aceitosas del Riachuelo esconden muertos. Cada muerto es una historia, una deuda, una injusticia impune.