En este segundo volumen y partiendo de la consideración de que efectivamente la batalla de Las Dunas supuso un cambio de orientación en la lucha, al pasar de la ofensiva a la defensiva, ante la magnitud y variedad de los distintos frentes de batalla, y ante el agotamiento en todos los órdenes del país, desgranaremos cómo las armadas de Felipe IV de España siguieron oponiendo una denodada resistencia y obteniendo más de un éxito, algunos de ellos, como veremos, realmente decisivos. Y es que después de una larga y agotadora guerra que duraba para España desde 1618, los triunfos enemigos fueron bastante limitados. Pese a todas las desventajas de ser el enemigo generalizado a batir, los marinos de Felipe IV siguieron cosechando victorias o cediendo solo ante fuerzas muy superiores numéricamente y de forma más que honorable, con derrotas que estuvieron muy lejos de mostrar esa inmensa pericia y capacidad en todos los órdenes que nuestros enemigos de entonces se atribuyen. Tradicionalmente se ha venido a considerar que el reinado del sucesor de Felipe IV, Carlos II, fue literalmente desastroso para la monar