Traister rastrea la historia de la ira femenina como combustible político, desde sufragistas que marchan en la Casa Blanca hasta empleadas de oficinas que abandonan sus edificios después de que Clarence Thomas fuera confirmado ante el Tribunal Supremo. Explora esta ira tanto con los hombres como con otras mujeres;la ira entre aliados y enemigos ideológicos;las diversas formas en que se percibe la ira en función de su dueño, la historia de la caricatura y deslegitimación de la ira femenina y la forma en que su furia colectiva se ha convertido en un combustible político transformador, como ocurre en la actualidad. Ella deconstruye la condena de la sociedad (y los medios de comunicación) a la emoción femenina (en particular, la rabia) y el impacto de sus repercusiones resultantes.