La era de Casandra cuestiona la actual moda ensayística de intentar reducir la complejidad de nuestra sociedad a algún principio abstracto y mal definido con el que se pretende explicar todas las facetas de nuestra vida, ya sea ofreciendo escenarios apocalípticos u optimismos ingenuos. Como alternativa, el texto propone una epistemología del no saber, de aceptar que no existen modelos que lo puedan explicar todo y resolver cada problema desde su contexto concreto y la incertidumbre inevitable. En un tono ameno y a veces irónico, se analizan así tendencias actuales como el neurocientismo y creer que puede entenderse toda actividad humana con solo examinar detalladamente nuestras neuronas, la cultura de la cancelación, pasando por las teorías que presentan el mundo digital como un entorno manipulador del que no podemos escapar.