En los relatos que integran Trama de grises el lector no debe buscar los ingredientes de la literatura policial clásica: no hay crímenes misteriosos, ni investigaciones detectivescas, ni agentes corruptos. Como en la mejor tradición del género negro, eso sí, aquí nada es realmente tan "negro" o tan blanco. Todo es más bien gris. Todo es más ambiguo. Más que de hechos rotundos y verdades indiscutibles, Jerónimo García Tomás puebla sus relatos de pequeñas pistas, de indicios, de insinuaciones fugaces, cuyo sentido último el lector debe rescatar del halo de incertidumbre con el que juega el autor. Con una técnica objetivista muy depurada (deudora tanto de su interés por el cine como de su pasión por los autores norteamericanos de entreguerras), diálogos bien hilvanados, personajes que bordean siempre los márgenes y paisajes urbanos degradados, los relatos de Trama de grises nos sumergen en una cotidianidad inquietante, turbia, llena de grietas, de espejos rotos en los que vemos dilucidarse sutiles juegos de fuerzas.