Escrito por una historiadora, este no es sin embargo un libro de historia sobre la España de los sesenta. Tampoco una autobiografía ni una suerte de memoria personal de aquellos años, tras los negros cuarenta y los grises cincuenta, de tránsito incierto hacia la modernidad y el bienestar. Pero sí un retazo de memoria compartida de aquella España de ni fu ni fa que sin haber razones de quererla por sus méritos, tampoco las daba para abominar de ella. Una memoria dictada y evocada desde los recuerdos de infancia de una baby boomer, aunque capaz de interpelar a aquellos que no formaron parte de esa generación, la primera con dos cabezas: la propia y la del televisor, y que también pudo tomar distancia de la vida de padres y abuelos, absorbiendo más el colorante que la sustancia del nacionalismo español. Un relato que describe, a través de elocuentes imágenes y escenas cotidianas, algunas entrañables y edificantes, otras más ásperas y desabridas, cómo era la vida y la mentalidad de aquel entonces. La gente, modesta y no mal intencionada en su conjunto, hacía lo que podía: de la necesidad virtud. Y sacaba el pecho encarando el día a día con diez de pipas.