Está controlado por neuronas expuestas al exterior con un sistema de receptores proteicos donde se representa una parte sustancial del genoma humano. Este sentido tan ignorado, capaz de atraer a una polilla desde enormes distancias y de avisarnos del mal estado de un alimento, es el que nos proporciona el placer de un buen vino y, gracias a su temprano desarrollo evolutivo, el que creó nuestro cerebro. Su importancia para la supervivencia se muestra claramente en los animales, a los que les sirve para la búsqueda de comida, refugio y pareja. Porque el olfato es en realidad un fino sensor químico, capaz de analizar productos sobre la marcha