Para Héctor Aceves no hay que aprender nada amando. Tal vez solo así sea justo acercarse a los otros y esperar de ellos lo que un agosto felizmente improductivo esté dispuesto a conceder. El poema es dominio de los cuerpos, que han estado amándose hasta hace un momento y aún no se han separado lo suficiente como para que sea lícito plantear su ausencia y darle palabras. Este libro no evoca con distancia: llama, reúne amores, los celebra. Como un Whitman sin trascendencia, la voz, que conoce el juego erótico y su papel en él, sienta a los amantes a su lado y a todos les dedica sus caricias. No conocer el pasado del amor es la marca de la más brillante juventud y estos son sus versos más bellos y libres. Juan Gallego Benot