Entre 1629 y 1651 la justicia del conde de Aranda llevó a cabo una serie impresionante de procesos de brujería, que se desarrollaron en dos monumentos tan destacados como el palacio condal de Épila y el castillo de Almonacid de la Sierra. En 1631, por ejemplo, fueron juzgadas nueve mujeres. En estos procesos hubo búsqueda de la marca del diablo, rapado total de las acusadas, vómito de hechizos, tortura en el potro y la garrucha y ejecuciones en la horca, garrote y, quizá, la hoguera. María Vizcarreta, ahorcada en Épila en 1651, fue seguramente la última mujer ajusticiada en España tras ser juzgada por bruja.