España sufre una crisis política grave. Todos los indicadores políticos de opinión pública (satisfacción con la democracia, confianza en las instituciones, apoyo a la Unión Europea, valoración del Gobierno y la oposición, etc.) están en mínimos históricos. Además, los escándalos de corrupción contribuyen al deterioro de la situación. Son muchos quienes piensan que el problema es de orden institucional y que se arreglará, por tanto, mediante reformas institucionales, cambiando el sistema electoral, la regulación de los partidos o la estructura territorial del Estado. El problema de las explicaciones institucionales es que otros países europeos, con instituciones distintas, sufren problemas políticos muy parecidos a los de España. Por eso, en este libro se defiende una visión distinta. La crisis política tiene que ver sobre todo con la impotencia democrática del poder político ante los problemas de la economía. Los ciudadanos perciben que hay injusticias graves en el reparto de los sacrificios económicos. Sin embargo, los gobiernos, cada vez más limitados por instituciones no electas (como el Banco Central Europeo), no tienen capacidad para corregir dichas injusticias. Así, el porvenir político que dibuja la crisis es el de un régimen liberal y tecnocrático, con formas residuales de democracia (a nivel local o regional en todo caso), en el que las libertades y los derechos fundamentales estarán garantizados gracias al Estado de derecho, pero en el que no habrá autogobierno político.