Si en la poesía de Sánchez Rosillo se ha dado siempre la alternancia de elegía y celebración, con predominio claro de la primera en varios de sus títulos, en La certeza la balanza se inclina decididamente hacia el lado de la alegría y de la gozosa meditación. No faltan en el libro algunos hondos poemas elegíacos, pero un tono no menos profundo, esperanzado e incluso trascendente va abriéndose camino a través de las páginas de este volumen hasta imponerse por completo en muchas de sus composiciones y culminar en el poema que sirve de cierre y da título al conjunto. Tras un silencio de casi una década que el poeta se ha impuesto, La certeza parece iniciar un nuevo estilo, abrir una brecha en la que el sujeto descubre motivos para la esperanza, razones de vivir, la certidumbre, tras varias dudas e interrogantes, de que la vida siempre se ofrece, siempre renace, siempre da motivos para sentir plenos los días y las ocasiones gozosas cuando irrumpe el sol del verano, o cuando se contempla la tarde desde la ventanilla de un tren. Por lo que tiene de inflexión, de inauguración de nuevos tonos, nos encontramos ante el poemario más maduro de su autor.