Este volumen trata de mostrar las ambiciones y sueños de Miguel Hernández en sus años jóvenes cuando buscaba con ahínco la colaboración de pintores y artistas para que ilustraran los poemas que desde su adolescencia iba escribiendo. Para ello cultivaba lazos de amistad con intelectuales, pintores, escultores y artistas plásticos de todo tipo. Con ellos logra afinar su sensibilidad y aprende a emocionarse y valorar artísticamente los ambientes rústicos de su infancia en Orihuela. Miguel es un entusiasta de la pintura, le gusta el colorido y tiene una gran sensibilidad para las artes. Dos pintores y un estudioso de Miguel nos ofrecen este homenaje personal al poeta. Ilustraciones de Carlos Santamaría y Antonio José García Cano