Las revolucionarias cartas de amor que la princesa de este libro le escribe a su misterioso destinatario van más allá de las cuitas entre pelicas y miriñaques dieciocescos. Página tras página de esta novela epistolar, el lector asiste a una gimnasia rítmica de la entrega, hasta descubrir que el sometimiento amoroso en estado de gracia no es más que una forma radical de insumisión.