Este libro destaca la importancia de la función del empresario en los procesos de mercado -donde los productos y recursos no están dados, sino que son creados y descubiertos por los individuos-, visión dinámica que exige una revisión radical de los criterios de justicia. Argumenta en favor del popular criterio Quien lo descubre se lo queda, proponiéndole como regla sobre la que fundar una ética distributiva. El capitalismo mejora eficazmente el bienestar material de las sociedades, sin que ello comporte el coste moral que le achacan sus críticos. Es preciso reconocer la dimensión moral del mercado si se quiere que pueda desplegar plenamente sus virtualidades.