Cristiandad reedita este clásico escrito en 1925 por el genial escritor inglés, con la novedad de incorporar un prólogo de Juan Manuel de Prada. Éste define a El hombre eterno como "pináculo" con el que culmina la experiencia que llevó a Chesterton a la conversión al catolicismo. Un periplo iniciado a partir de la curiosidad respecto a una institución a la que todos criticaban, y cuya doctrina y realidad sin embargo resistía a los tópicos. Un periplo si se quiere lógico, pues de Chesterton puede decirse algo semejante: que su obra resiste al paso del tiempo porque está construida sobre el sentido común, y no sobre la imaginación, a lomos de la cual, ayer y hoy, triunfan los escritores de éxito efímero. Chesterton escribió esta obra en cierto modo respondiendo al materialismo de la Breve Historia del Mundo publicada en 1921 por Herbert George Wells. Si bien las fantasías bélico-cientificistas de este autor siguen siendo conocidas, no lo es aquél ensayo sobre la historia, en el que imbuido de un evolucionismo decimonónico venía a negar que, a fin de cuentas, el hombre significara una novedad respecto al mundo animal, y que a su vez Cristo añadiera algo original respecto a lo dicho por otros tantos hombres. A Chesterton le basta el sentido común para mostrar que el paso del tiempo de por sí no lo explica todo, que existen revoluciones y que el hombre es algo peculiar dentro del mundo, como lo es la persona de Cristo y el cristianismo en la historia humana. Reflexiones sobre algo aparentemente obvio, pero que hoy como hace 80 años conviene repensar.