Rogelio crece en un pazo gallego, en una casa llena de ausencias (el padre es un militar siempre ausente;la madre está muerta) y de misteriosos silencios (la tía Josefina vive recluida en su habitación;el abuelo no abre jamás la boca). La figura omnipresente de la abuela y su bastón como símbolo de poder y orden parecen implacables. Todo cambia cuando Rogelio conoce a Lissete, hija de rojos, y a Andrés, un mendigo que vive medio muerto en vida.