Desde hace más de dos siglos, Fausto se ha convertido en un símbolo de la Humanidad: el doctor que vende su alma a cambio de sabiduría y juventud, y en cuyo drama todos podemos vernos reflejados. Con la excusa del progreso y la civilización, Fausto se pone en manos del diablo Mefistófeles, la personificación del mal.