¿Existe alguien más feliz que un perro con una pelota en la boca? ¿Quizá un niño con una torre de helado o con una impresionante cicatriz que presumir? Un libro dulce, poético, sensible, tierno e inteligente, que, sin ser sentimental, lleva a apreciar la felicidad que conllevan las cosas sencillas y cotidianas de la vida.