El apasionado y sentimental Werther ha encontrado la felicidad en un pequeño pueblo en el que el delicioso paisaje y la gente sencilla que lo habita aportan la calma y la serenidad que precisa su inquieto espíritu. Durante un baile trabará amistad con Lotte, la hija de un corregidor del príncipe, quien desde el primer instante despierta en él una pasión que ni siquiera el compromiso matrimonial de la joven puede apagar. Pese a ser consciente de la imposibilidad de su relación, se ve incapaz de renunciar a su amistad, alimentando de esta manera un sentimiento autodestructivo en el que se mezclan el placer más sublime con el dolor más intenso. Los padecimientos del joven Werther supusieron un éxito editorial sin precedentes en su país y se convirtieron en una pieza indispensable para comprender el desarrollo posterior de la literatura alemana y europea. Pero sobre todo es una de las más brillantes descripciones de las facetas más hermosas y crueles del amor que mantiene toda su vigencia pese al tiempo transcurrido, ya que, como le comentaba el propio Goethe a su secretario Eckermann, sería malo si cada uno no tuviera una época en su vida en el que le parezca que Werther fue escrito sólo para él.