El cuento empieza su andadura hace muchos siglos, evolucionando según las épocas y las modas literarias, y se consolida y alcanza su esplendor en el siglo XIX. Los subgéneros del cuento son muchos, con peculiaridades propias de cada uno o en heterogénea y armónica miscelánea, con rasgos comunes a otros géneros literarios afines. Al abrigo de los medios de comunicación como sistema de difusión, y confundido a veces con otros géneros periodísticos, la propagación en ese siglo es enorme. Su brevedad y concisión son un aliciente para su consumo y su expansión. Los cultivadores del cuento lograron diferente fortuna. unos se anclaron en un género arcaico, poco trabajado, que dejó de cultivarse (Bécquer). muchos fueron excelentes novelistas, pero sus producciones cuentísticas no desmerecieron en absoluto su fama (Clarín, Galdós, Pardo Bazán). otros fueron mejores cuentistas que novelistas (Alarcón). algunos fueron narradores elegantes y de finísima percepción (Valera). algunos otros no encontraron asuntos serios para sus cuentos, sino motivos frívolos o excesivamente temporales, no exentos de utilidad, sin embargo (Palacio, Picón). las escritoras no siempre dejaron traslucir en su escritos su condición femenina, sino su carácter personal, independiente de su sexo, como los escritores hombres. los hubo incapaces de huir de géneros agotados o a punto de declinar, como el costumbrismo o el folletín (Fernán Caballero, Pereda), aunque sus obras sean, cuando menos, singulares, y otros no se ciñeron a la extensión breve del cuento y consiguieron unas producciones entre el cuento y la novela corta de original factura y sumo interés (Galdós, Valera, Clarín). las creaciones de los más prolíficos (Alarcón, Pardo Bazán) presentan variedad, pero adolecen de cierta dispersión e innegable falta de profundidad, aunque consiguen otras de excelente calidad y gran valor literario.