En el siglo VIII antes de Cristo el hombre medio griego dependía por entero del dominio aristocrático. Pero ya en el V, en Atenas en primer lugar, aquel hombre había llegado a comprender que era un ser humano dotado de autonomía y voluntad, y que otros como él tenían igual voz para regir y organizar su sociedad. En el presente libro, el profesor Forrest -profesor de Historia Antigua de la Universidad de Oxford- sigue las huellas que llevaron a los griegos a conquistar esta concepción: la expansión del mundo griego, que destruyó el control económico de la aristocracia;las rebeliones que, utilizando a menudo la tiranía, fueron resquebrajando el poder político absoluto;la idea de una constitución expresa, confirmando el espacio de lo legal como sanción superior a todo hombre o a todo grupo humano que pudiera administrarlo, y finalmente la conciencia de que en la formulación de las leyes la experiencia y el sentido común debía ser determinantes.Al expresar este desarrollo, el análisis de Forrest se detiene cuidadosamente en los puntos de la historia, el arte y la filosofía de la Grecia Antigua, señalando las conexiones entre revolución intelectual y revolución política. Y al hacerlo así, el énfasis del historiador va poniendo el acento especialmente en la personalidad dominante del ciudadano medio, antes que en la de los líderes reconocidos.