En poco más de cien años, cinco presidentes del Gobierno fueron asesinados. Los grandes atentados que cambiaron al menos el mismo número de veces la historia de la España contemporánea. Prim, Canalejas, Cánovas, Dato y Carrero Blanco, todos ellos en el ejercicio de funciones como máxima autoridad del Estado, fueron asesinados en circunstancias escandalosamente extrañas. Vistos en perspectiva, fueron auténticos golpes de Estado.Y es que con cinco jefes de Gobierno asesinados, España es el país occidental donde más magnicidios se han pergeñado (en Estados Unidos cuatro presidentes murieron tras ser atacados: Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy). También ha habido, aunque no llegaron a concluirse, varios intentos de atentar contra otras importantes figuras institucionales, como los reyes Fernando el Católico, los regicidios frustrados contra los Borbones Alfonso XII y XIII o los mandatarios Antonio Maura o José María Aznar, este ya en tiempos presentes.Esa abundancia de casos pone de manifiesto que nunca fue una casualidad, sino un modo siniestro de cambiar la política. El magnicidio se presenta como la solución ideal para transformar la política a la carta, engañando a la historia con la exaltación de la heroicidad de los asesinos y el olvido de la investigación.En las páginas del libro también conoceremos cómo Francisco Franco se convirtió en enemigo público número uno por parte de anarquistas y republicanos, pero cuya baraka o especie de protección divina que le acompañó ya desde que era militar en Marruecos le protegió hasta el final de sus días. O las campañas terroristas que inició la banda ETA contra el propio Carrero Blanco o Aznar, y que también incluyó como objetivo para acabar con su vida hasta el mismísimo rey emérito Juan Carlos I.