En los primeros días de abril de 1918 aparece en las librerías granadinas un libro titulado «Impresiones y paisajes». Lo firma un semidesconocido aspirante a escritor: Federico García Lorca. Aunque no es la primera vez que ve su nombre en letras de imprenta, se trata de su primer libro. Un primer libro al que Federico se mostró toda su vida reacio a referirse y en el que, sin embargo, reside el mérito de ofrecer las claves, en positivo y en negativo, para interpretar lo que arte y escritura significaban y llegaron a significar para él. Después de este libro, Lorca utilizó la «prosa», pero no volvió a escribir «en prosa», pues era consciente de que esta forma de escritura literaria no le pertenecía como le pertenecían la forma lírica y la forma dramática.