«El estudiante de Salamanca», de José de Espronceda (1808-1842), contiene una textura bien trabada, casi clásica y al mismo tiempo compendia en sí todos los ingredientes formales e internos que hemos dado en llamar románticos. Y de tal modo configurados, que muy pocos dudarían en tomar esta obra como paradigma del Romanticismo español. Benito Varela Jácome, preparador de la edición, pone de relieve esa trabazón estructural que, en una lectura apasionada, a veces se pierde entre el tema subyugante y la rotundidad de las estrofas.