Para Rosa Luxemburgo la huelga, experimentada en una escala gigantesca en la primera revolución rusa, no es una simple «táctica» que debe ser utilizada por el proletariado para defender sus conquistas, sino, por el contrario, un elemento central de la «estrategia revolucionaria». Así, Luxemburgo preconiza lo que denomina un a «estrategia de derrocamiento» basada en la práctica de la huelga de masas