El punto de partida debe ser siempre el individuo. No hay auténtico conocimiento, para Nietzsche, si el individuo no tiene esta voluntad de ponerse en juego a sí mismo en su ejercicio. Nada puede contrarrestar cuando esta voluntad falta, y no hay recurso mejor, para quien teme ponerse en juego, que ampararse en la comunidad y el consenso, que tantas veces degeneran en el corporativismo. Para Nietzsche, no es la discusión pública sino únicamente la realidad la que puede suponer una puesta en juego para nuestro conocimiento, una vez que la voluntad individual esté dispuesta a asumirla como tal (de esta manera es cómo también la discusión pública sólo puede tener fuerza, pero no en sí misma).