Vivimos en una cultura de los sentidos, de la sensibilidad. Se estimulan los sentidos abiertos y distendidos hasta el extremo de sus umbrales, para percibir hasta los últimos matices de formas, colores, acentos, texturas, aromas y sabores. Muchas personas experimentan que el lenguaje de los salmos toca dimensiones profundas de su experiencia sensible. A veces como constatación de lo que se vive ya, y que no acertaba a expresarse. Otras como un deseo que se mantiene en carne viva, duele en su ausencia y dinamiza la búsqueda