Una tarde acogedora, la flora y la fauna del bosque por donde transitan senderos que llevan a las cimas se reunieron para tratar sobre el concepto de poesía. Habló un olmo centenario advirtiendo de que su impresionante sombra se entendía como un cobijo poético a cuantos quisieran acercarse a ella. Un riachuelo hizo alusión a que su agradable sonido era pura poesía para quien se acercara a escuchar. El viento susurró que el bosque en sí mismo era poesía y que por ese motivo venía a descansar de torbellinos y vendavales. Los pájaros manifestaron que ellos contribuían, con sus cantos, a hacer que cualquiera pudiera sentir la poesía simplemente cerrando los ojos. Todos los asistentes coincidieron en que lo dicho hasta ahora era rigurosamente cierto y que todo en su conjunto era pura vida poética, incluidas las personas que, de camino a la cima, cruzaban por los senderos al igual que el tiempo para dejar su huella. La poesía es esto. Lo que se puede ver y oír con cierta sensibilidad en todo momento durante todas las vidas de cada uno. Ese conjunto de cosas desde el despertar de nuestros días.