Existe en los poetas una pulsión creativa única que actúa, al mismo tiempo, como maldición y como bendición. Menciona Muy Alba, en el poemario que nos ocupa, que «Es la serpiente / obligada a fabricar su veneno. / Como el poeta / a escribir su instinto». Escribir poesía es una obligación biológica para el poeta, un fuego que arde en el interior y que necesita ser plasmado en el folio en blanco. Peroá_Reposo en zarzas_ no se queda en la simple necesidad, sino que se atreve a subir a la barca de Caronte y ver más allá, a hablar cara a cara con Atropos y poder apreciar los hilos que dirimen nuestras vidas.