Una gastronomía que tiene que salir del plato y de los prodigios culinarios que ha obrado durante estas últimas décadas, y trascender la abrumadora visibilidad -no solo mediática- que ha adquirido. Como fenómeno, debe observarse a sí mismo como lo haría un idiota, prestando atención a sus dimensiones menos obvias, esas que se esconden en los umbrales, en las zonas de penumbra.