Alí Calderón ha escrito un libro que justifica toda una obra. Pocas veces el lector encontrará un poemario tan original, tan arriesgado, tan lleno de sabiduría y llanto, de sangre y miseria. Hay que haber cruzado el mar muchas veces y haberse ahogado en él para rescatar la lengua de quienes un día partieron hacia el Nuevo Mundo. Calderón no sólo recupera un idioma, sino que lo lleva a la mayor tensión posible, la del hombre desdichado que escribe en una pared o en una piedra para clamar piedad o memoria. Este es el libro más arriesgado que he leído en décadas, a la altura de las grandes cumbres de la poesía latinoamericana. Un libro que definitivamente convierte a su autor en el mayor poeta de México de su generación. FERNANDO VALVERDE