El destino está escrito, pero no en nuestros genes, sino en las mentes y en los corazones, en las ideas y en los caprichos de quienes nos rodean. Nuestro sino está en manos ajenas empeñadas en convertirlo en tradición y hasta en ley. Somos protagonistas de un guion que no hemos redactado. El futbolista Antonio Arriero desea fervientemente jugar en el Athletic Club pero no puede. Su hermano gemelo, Aitor, sí juega en el Athletic porque, aunque nació en Extremadura, tras la muerte de sus padres en un atentado, se quedó en Barakaldo con sus tíos, mientras que Antonio se criaría en la región extremeña con sus abuelos. Quizá lo que más sorprenda de esta historia es la paradoja de que dos hermanos gemelos puedan ser considerados individualmente vasco y no vasco, y que esta consideración determine completamente sus vidas.