No ha habido en el siglo XX un género de canción más gustado y degustado por los hispanohablantes. Nacido cubano y renacionalizado mexicano, el bolero es hoy una música universal y todos los países de nuestra área lingüística han sido sus consumidores, bastantes de ellos sus creadores. No hay duda de que ha sido y es, en mayor medida que otras, la gran canción latinoamericana. Pero, además, es un baile, el más democrático (y pecaminoso, en su día) de todos los de parejas enlazadas, y una forma de poesía que entronca con la más ilustre tradición lírica occidental: aquella que, nacida en la Provenza y troquelada en las riberas del amor cortés, aquilatarán Petrarca y sus continuadores y renovará el Modernismo, indagando en la temática del amor-pasión hasta extenuarse. En este brillante y esclarecedor ensayo, José Javier León aborda sus raíces y su diversidad e incide en un aspecto que nadie había rastreado con detenimiento: el bolero constituye una religión hereje cuyo credo, imaginería y liturgia se originan en la violación consciente de los mandamientos sexto y noveno del catecismo, o sea los que limitan las prácticas sexuales y su ensoñación. Hay un bolero para cada pecado de amor. Y cada vicio persigue su bolero.